Aunque a lo largo de la historia reciente del automóvil podemos encontrar diversas afirmaciones y teorías sobre la posibilidad de utilizar el agua como fuente de energía en los motores, lo cierto es que no hay información científica sólida ni investigaciones reconocidas que respalden esta idea.

 

La idea de utilizar el agua como fuente de energía en los motores ha sido objeto de especulación y teorías, que de forma periódica asaltan los medios de comunicación más sensacionalista. Sin embargo, hasta la fecha, no se ha logrado desarrollar un motor que funcione únicamente con agua como combustible. La razón fundamental se debe a la propia estructura de la molécula de agua, compuesta por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno (H2O). El proceso de separación de estos elementos requeriría más energía de la que se obtendría al quemar el hidrógeno resultante., lo que hace que el agua no sea una fuente viable de energía en sí misma, al menos actualmente.

 

Porque, no tenemos que olvidar que la ciencia y la tecnología están en constante evolución, y siempre hay espacio para nuevas investigaciones y descubrimientos. Sin embargo, hasta la fecha, no existen pruebas o investigaciones confiables que respalden la viabilidad de un motor que funcione únicamente con agua como combustible. Por lo tanto, es importante mantener un enfoque crítico y basado en la evidencia científica cuando se exploran ideas relacionadas con la energía y la tecnología.

 

En los últimos 50 años nos encontramos con algunas personas han presentado supuestos inventos revolucionarios que prometen motores de agua eficientes y sostenibles, pero han resultado ser fraudulentos o carentes de fundamentos científicos.

 

El primer caso que he podido documentar se dio en nuestro país, en España, y data de 1971. Se trata del perito industrial Arturo Rufino Estévez Varela, el cual afirmaba haber inventado un motor que funcionaba con agua como combustible. Su pintoresca campaña de publicidad le llevaba de pueblo en pueblo a lomos de una motocicleta y con un botijo como único equipaje. Una vez en la plaza del pueblo, llenaba su botijo con agua de la fuente, se bebía un par de tragos y el resto lo echaba en el depósito de la motocicleta, tras lo cual, arrancaba su invento y se daba unas vueltas por la plaza.

 

Estudios posteriores parecen confirmar que dicho ingenio funcionaba gracias a la incorporación de boro al agua del depósito. El boro es un compuesto químico que facilita la liberación del hidrógeno presente en el agua, pero, lamentablemente, su elevado precio impide una explotación mínimamente viable para su producción en masa.

 

Otro caso similar se dio en EEUU a mediados de los años 80 y fue protagonizado por Stanley Meyer

 

Stanley Meyer fue un inventor estadounidense conocido por sus afirmaciones sobre un motor de agua. Meyer afirmaba haber desarrollado un dispositivo capaz de convertir el agua en un combustible altamente eficiente y limpio, que podría reemplazar los combustibles fósiles en los vehículos y otras aplicaciones.

 

Según Meyer, su dispositivo utilizaba una técnica llamada “electrólisis del agua” para descomponer el agua en sus componentes de hidrógeno y oxígeno. Luego, el hidrógeno resultante se utilizaría como combustible para alimentar un motor, generando así energía para propulsar un vehículo. Meyer afirmaba que su tecnología permitiría un rendimiento mucho mayor y una reducción significativa de las emisiones contaminantes en comparación con los motores convencionales.

 

Pero las afirmaciones de Stanley Meyer generaron controversia y escepticismo en la comunidad científica. Muchos expertos argumentaban que la idea de un motor de agua violaba los principios fundamentales de la termodinámica, ya que se requeriría más energía para separar los componentes del agua de la que se obtendría al quemar el hidrógeno resultante.

 

En 1998, Stanley Meyer murió repentinamente durante una cena con unos inversores europeos, lo que generó aún más especulación y teorías de conspiración relacionadas con sus inventos. Algunos seguidores de Meyer creen que fue envenenado por las grandes corporaciones petrolíferas para evitar que su tecnología revolucionara la industria de la energía, aunque según el informe del forense, Meyer habría muerto debido a un aneurisma cerebral.

 

En mi novela “Cuarto poder” desarrollo la idea de un nuevo motor de explosión con un consumo mucho más reducido que los motores actuales y el intento de las altas esferas del poder por silenciar tan espectacular invento.

 

Cristina Gumuzio - Cuarto poder

Cuarto poder

 

Una información confidencial.

Un descubrimiento que lo cambia todo.

Un periodista enfrentado al poder.

¿Podrá el poder ocultar la verdad?





 

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